Ideas feministas de Nuestra América

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B.10 Leona Vicario, Carta vindicativa de su participación en la Independencia contra las injurias de Lucas Alamán, El Federalista Mexicano, 2 de abril de 1831

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Leona Vicario, Carta vindicativa de su participación en la Independencia contra las injurias de Lucas Alamán, El Federalista Mexicano, 2 de abril de 1831[1]

[Texto transcrito del impreso original y proporcionado por Gabriela Huerta]

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Señores editores del Federalista:

Aunque estaba resuelto á no contestar las groseras personalidades conque últimamente se ha servido injuriarme d. Lucas Alamán, creyendo que son mios los artículos en que se habla de las negociaciones de bonos, hechas, segun se dice por S: E. algunos amigos del órden persuadidos de que este no puede conservarse si no se reprime y confunde á los calumniadores, me han decidido á tomar la pluma para poner en toda su luz, el espíritu que anima al sr Alamán en esas detracciones infámes, que deshonran mas á sus autores, que á los que estos hacen objeto y blanco de ellas.

El sr. Alamán no se cansa de repetir, que tuve un grande influjo en la administración del sr. Guerrero: que dividí con este los despojos de la nacion: que robé el parian, y causé cuanto mal se obró entonces. Pero ha sido tal desgracia de S. E. en estos ataques ridículos, que mientras mas se ha empeñado en repetirlos, mas se han reido de él cuantos presenciaron los hechos. La nacion toda pudo ser testigo, por el puesto en que me hallaba, de que reprobé positivamente los desórdenes de la Acordada, y que mis opiniones poco favorables á las miras del partido que entónces dominaba, me tuvieron alejado de él, sufriendo mucha odiosidad y censura por la firmeza conque siempre me opuse á lo que me parecia justo y conforme al verdadero interés de la nacion. Si no obstante esta notoriedad, desea el sr. Alamán una prueba mas concluyente, yo se la daré ofreciendo mi cabeza, que es el regalo mas lisonjero que en el dia pueda hacerse á S. E. siempre que presente un solo dato de haber yo saludado una vez siquiera al sr. Guerrero en el tiempo de su mando, ó que sin sacar la cara haya yo tenido parte en las vergonzosas negociaciones que se hicieron entónces.

Ademas de la evidente calumnia que envuelve este encargo por ser sabido de todos que ni directa ni indirectamente influí en la administracion del sr. Guerrero, se nota el mucho arrojo del sr. Alamán en imputarme complicidad en despilfarros de que el supo aprovecharse.

No satisfecho aun el ministro de relaciones con achacarme vicios de que antes de la publicacion del Federalista me consideraba ecsento, según puede colegirse del antecedente oficio, ha llevado su rabioso encono hasta el punto de arrebatar en el desenfreno de sus calumnias á la persona que mas á cubierto de ellas, no habia dado á S. E. ni aun el mas ligero pretesto para hacerla blanco de sus iras. ¿Qué parte ha tenido en la publicacion del Federalista doña Maria Leona Vicario? Pues el sr. Alamán, sin reflexionar el peligro á que se esponia en la opinion pública, ultrajando este nombre respetable, que adorna los fastos de nuestra gloriosa revolucion, ha tenido el arrojo de querer cubrirle de oprobio, dando asi motivo para que se confirme el concepto de que S. E. mira con ódio á todos los que contribuyeron á nuestra independencia, sin perdonar á las personas que por su secso, por su nacimiento, por su fortuna y otras circunstancias particulares, contrajeron mayor mérito sirviendo generosamente á la patria, cuando el sr. Alamán no hizo en su obsequio el mas pequeño sacrificio, pues todos saben que no se apareció entre nosotros, sino hasta muy entrado el año d 23, en circunstancias en que todo estaba concluido, y S. E. solo vino á coger el fruto de los esfuerzos y sacrificios de los patriotas entre los cuales no sonó nunca el nombre del sr. Alamán. ¿Y este hombre se atreve á poner sus inmundos labios sobre la opinion de la mas esclarecida patriota? La nacion responderá por mì á este ultraje: responderá mas especialmente el benemérito estado que ha creido honrarse, dando á su insigne capital el nombre de Leona Vicario: responderá la posteridad, á la cual pasará ileso este glorioso nombre, cuando el del sr. Alamán, si acaso llega hasta allá, ocupará apenas un oscuro lugar entre los agentes subalternos de la tiranía.

Y al cabo, ¿cuáles son las inculpaciones que hace este famoso calumniador á la patriota de quien se trata? La carta que ésta escribió á su agresor, satisfará completamente esta pregunta: advirtiendose, que aunque en contestación aseguró el sr. Alamán no ser editor del Registro, está desmentido este hecho, no solo por la circunstancia de que aun los menos perspicaces conocen su estílo, afectadamente estrangero, sino también por la notoriedad de que ecsisten en la imprenta los originales de sus libelos infamatorios escritos todos de su puño y letra. ¿Ni quien ha de creer al sr. Alamán, cuya propension á la mentira, está ya tan solemnemente acreditada? La carta dice asi:

Casa de V. marzo 26 de 1831.—Muy Sr. mio de toda mi atencion: en el Registro Oficial de 14 de este, contestando V. á los Federalistas, me lleva a encuentro sin saber por qué, tachando mis servicios á la pátria de heroismo romanesco, y dando á entender muy claramente, que mi decision por ella, solo fue efecto del amor. Esta impostura la he desmentido ya otra vez, y la persona que la inventó, se desdijo publicamente de ella, y V. es regular que no lo haya ignorado; mas por sí se le hubiese olvidado, remito á V. un ejemplar de mi vindicación que en aquel tiempo se imprimió, en donde se hallan reunidos varios documentos que son intachables y que desmienten dicha impostura. No imagine V. que el empeño que me he tenido en patentizar al público que los servicios que hice á la pátria, no tuvieron mas objeto que el verla libre de su antiguo yugo, lleva la mira de grangearme el título y lauro de heroína. No: mi amor propio no me ha cegado nunca hasta el estremo de creer que unos servicios tan comunes y cortos como los mios, puedan merecer los elógios gloriosos que están reservados para las acciones grandes y extraordinarias. Mi objeto en querer desmentir la impostura de que mi patriotismo tuvo por origen el amor, no es otro que el justo deseo de que mi memoria no pase á mis nietos con la fea nota de haber yo sido una atronada que abandoné mi casa por seguir á un amante. Me parece inutil detenerme en probar á V. lo contrario, pues además de que en mi vindicación hay suficientes pruebas, todo México supo que mi fuga fué de una prision, y que esta no la originó el amor, sino el haberme apresado á un correo que mandaba yo á los antiguos patriotas. En la correspondencia interceptada, no apareció ninguna carta amatoria, y el mismo empeño que tuvo el gobierno español para que yo descubriera á los individuos que escribian con nombres fingidos, prueba bastantemente que mi prision se originó por un servicio que presté á mi patria. Si el amor cree V. que fué el móvil de mis acciones, ¿qué coneccion pudo haber tenido éste con la firmeza que manifesté, ocultando, como debia, los nombres de los individuos que escribian por mi conducto, siéndo asi que ninguno de ellos era mi amante? Confiese V. sr. Alamán, que no solo el amor es el móvil de las acciones de las mugeres: que ellas son capaces de todos los entusiasmos, y que los deseos de la gloria y de la libertad de la pátria, no les son unos sentimientos estraños; antes bien suele obrar en ellas con mas vigor, como que siempre los sacrificios de las mugeres, sea el que fuere el objeto ó causa por quien los hacen, son mas desinteresados, y parece que no buscan mas recompensa de ellos, que la de que sean aceptados. Si M. Stael atribuye algunas acciones de patriotismo en las mugeres á la pasion amorosa, esto no probará jamás que sean incapaces de ser patriotas, cuando el amor no las estimula á que lo sean. Por lo que á mi toca, se decir, que mis acciones y opiniones han sido siempre muy libres, nadie ha influido absolutamente en ellas, y en este punto he obrado siempre con total independencia, y sin atender à las opiniones que han tenido las personas que he estimado. Me persuado que así serán todas las mugeres, exceptuando á las muy estúpidas, ó á las que por efecto de su educación hayan contraido un habito servil. De ambas clases tambien hay muchisimos hombres.

Aseguro á V sr. Alamán, que me es sumamente sensible, que un paisano mio, como lo es V. se empeñe en que aparezca manchada la reputacion de una compatriota suya, que fué la única mexicana acomodada que tomó una parte en la emancipación de la pátria.

En todas las naciones del mundo, ha sido apreciado el patriotismo de las mugeres: ¿por qué, pues, mis paisanos aunque no sean todos, han querido ridiculizarlo como si fuera un sentimiento impropio en ellas? ¿Qué tiene de estraño ni de ridículo el que una muger ame á su patria, y le preste los servicios que pueda para que á estos se les dé, por burla, el título de heroismo romanesco?

Si ha obrado V. con injusticia atribuyendo mi desicion por la pátria á la pasion del amor, no ha sido menor la de creer que traté de sacar ventaja de la nacion en recibir fincas por mi capital. Debe V. estar entendido, Sr. Alamán, que pedí fincas por que el congreso constituyente, á virtud de una solicitud mía para que se quitara al consulado de Veracruz toda intervención en el peage por que no pagaba reditos contestó: que el dinero del peage lo tomaba el gobierno para cubrir algunas urgencias y que yo podía pedir otra cosa con que indemnizarme, porque en mucho tiempo no podria arreglarse los pagos de reditos. ¿Que otra cosa, que no fueran fincas, podia yo haber pedido? ¿ó cree V. que hubiera sido justo, que careciera enteramente de mi dinero al mismo tiempo que tal vez servia para pagar sueldos á los que habian sido enemigos de la pátria?

Las fincas, de que se cree que saque ventajas, no habia habido quien las quisiese comprar con la rebaja de una tercera parte de su valor y yo las tomé por el todo: la casa en que vivo tenia los mas de los techos apolillados y me costó mucho repararla. De todas las fincas incluyendo en ellas el capital que reconocia la hacienda de Ocotepec, que tambien se me adjudicó, solo sacaba la nacion el año 1000 pues que, como V. vé es el redito de 30 000 y con eso se me pagaron 112 000. Si V. reputa esto por una gran ventaja, no la reputó por tal aquel congreso, quien confesó que mi propuesta habia sido ventajosa á la nacion.

Me parece que he desvanecido bastantemente las calumnias del Registro. Espero que mis razones convenzan á V. y que mande insertar esta misma carta en el referido periodico; para que yo quede vindicada y V. de una prueba de ser justo é imparcial: lo que además le merecerá la eterna gratitud de su atenta y s. s. q. s. m. b.- María Leona Vicario.

Del contenido de esta carta, y de lo dicho anteriormente se infiere, que es una impostura cuanto ha avanzado el sr. Alamán sobre haber yo influido en la administración del sr. Guerrero: que S. E. y no yo, fue el que aprovechó entónces los intereses de la hacienda pública: que en su concepto, antes del Federalista, era yo irreprensible en mi conducta privada, y que hasta que empezó á publicarse este periódico, no se me conocieron los vicios que me imputa; y finalmente, que todo lo que ha inventado para deslucir el mérito patriótico de mi muger, no tiene mas fundamento que la ojeriza de S. E. á los antiguos patriotas. Suplico á VV. señores editores, tengan la bondad de publicar este artículo, recibiendo la espresion de los sentimientos con que soy afectisimo servidor que b. s. m –Andrés Quintana Roo.


[1] Imprenta del Federalista a cargo de Sabino Ortega, México, tomo 1, sábado 2 de abril de 1831, núm. 26, pp. 1-4. Impreso del Fondo Reservado de la Hemeroteca Nacional: Miscelánea 150, Ciudad de México. La primera parte de esta carta, comunicado o artículo de El Federalista Mexicano fue redactada por su marido, Andrés Quintana Roo, independista y liberal con quien Leona Vicario se casó por compartir ideales políticos. Asimismo, Quintana Roo defiende la dignidad humana de su esposa, como activista política por convicción propia y periodista reconocida, al ser atacada por el conservador Lucas Alamán en su condición de “mujer de”, una mujer o novia movida por un “heroismo romanesco” o una “pasión amorosa”. Quintana Roo transcribe el documento en el que Leona Vicario se había defendido sola de semejantes acusaciones, apelando y criticando hasta las opiniones, muy respetadas en ese entonces, de la historiadora francesa Germaine de Staël al respecto. Se trata de un caso único entre los liberales latinoamericanos del siglo XIX, en la etapa posterior al movimiento armado de Independencia, de respeto mutuo por la persona y los ideales y comportamientos de los dos miembros de una pareja.

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Written by Ideas feministas de Nuestra América

agosto 1, 2011 a 11:34 am